Han pasado un buen puñado de años desde que me desprendí de la pequeña Ricoh GX200 y, ahora, por circunstancias de la vida, vuelve a mí. Ya casi no me acordaba de cómo era, pero como quería una cámara para llevar a todas partes siempre me pareció que esta Ricoh era una buena opción. Desde luego no es una cámara compacta de grandes prestaciones, no para estos días, pero cuando apareció allá por el año 2008 era una muy buena solución para quienes querían viajar ligeros de equipaje o para quienes tenían ya una réflex grandota y querían una segunda cámara. Aún así, como digo, para el año 2008 era una máquina con buenas prestaciones: grabación de fotos en Raw, controles totalmente manuales, posibilidad de acoplarle un visor electrónico... Sin embargo, no vamos a engañarnos. Entonces ya tenía sus puntos flacos: enfoque lento, grabación de las imágenes en la tarjeta (sobre todo los Raw) bastante lenta también, un sensor pequeño y con muchos píxeles lo que redundaba en imágenes con bastante
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preciosa.