Va perdiendo poco a poco su olor a nueva, pero recuerdo como si fuera ayer la caja dorada con la pegatina del premio de EISA y los caracteres D4 impresos y grabados. La levanto y compruebo con algo de disgusto que no pesa como yo pensaba. Abro la caja y aparto la bandeja de cartón con los manuales y la correa que no saldrá de su envoltorio. Levanto un cartón tipo huevera y ahí está. La saco de su bolsa de plástico y lo primero que hago es olerla como haría un tipo con pelo afro. Y huele maravillosamente. Un olor a nuevo que no había sentido nunca. Pero lo mejor llega cuando la coges con cuidado y compruebas lo maravillosamente bien construida que está. En ese momento sabes que a la D4 le da igual que la cojas con cuidado o no.
De acuerdo. No es una D5. Ni siquiera una D4s. Pero para mi la D4 es ya una cámara mítica como lo puede ser la D3 o la F5. Es la cámara que cubrió los Juegos Olímpicos de Londres. La cámara que Usain Bolt "tomó prestada" después de ganar la final de los 200 metros para hacer la gracia y alguna que otra foto. Podía haber cogido una D3s o una Eos 1Dx, pero cogió una D4 y haciéndolo la convirtió en mito.
No es una D5 o una D4s pero es más cámara de la que yo merezco. Y no vengo de una cámara deficiente, ni mucho menos. La D700 es una gran cámara que pienso conservar. Pero la D4 juega en otra liga: en enfoque, calidad de imagen, ráfaga, construcción, visor... La D4 es otro mundo y toca disfrutarla. Como dice Bost de su Leica R8: "Quería una cámara que me diera el mayor placer posible mientras estaba fotografiando. Nada más". Y nada menos. Esto va de sensaciones y esta cámara ofrece muchas y muy buenas.
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