Hace ya algunos meses que recuperé mi venerable E-M5. La vendí hace un par de años a un amigo (más por hacerle un favor que por convicción) que, decepcionado por sus escasas capacidades en vídeo, me la ofreció de vuelta... y yo la acogí con mucha ilusión. Siempre me gustó la forma en que podía disparar con ella, y siempre con el grip completo puesto. La cámara desnuda se me antojaba demasiado pequeña para mis manos, por lo que siempre tenía puesto el grip completo.
Como digo, hace ya unos meses del regreso de la veterana E-M5, pero es que este año se cumple el décimo aniversario del lanzamiento de esta cámara. Y reconozcámoslo, es una cámara que cambió la conciencia que teníamos de las sin espejo para siempre. Yo mismo tuve anteriormente una Olympus Pen EP2, que me gustaba mucho, pero con la que no disfrutaba disparando. Quizás porque su autofoco era muy lento o porque la calidad de los raw no era ninguna maravilla, pero nunca me sentí cómodo con ella en las manos. Sin embargo con la OM-D todo era distinto. Me sentía como en casa con su forma de mini réflex, pero con la mitad de su peso y una calidad de imagen a la altura de las mejores réflex APS-C. La E-M5 inició la era actual de la fotografía: tenía la forma de una cámara seria, estaba avalada por su estupenda calidad de imagen, una construcción robusta y además introdujo la estabilización del sensor en cinco ejes. ¿Alguna cámara actualmente ofrece este sistema de estabilización? Ah, sí. Casi todas.
Bienvenida sea de nuevo. Diez años después de su lanzamiento, me sigue sorprendiendo lo bien que se adapta a mi mano y el delicioso sonido de su obturador. Un sonido que te invita a seguir fotografiando y que produce adicción.
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